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Tres mitos sobre el cuerpo de la mujer que no debieran seguir repitiéndose

Por LifeStyle | 7 Febrero, 2016 - 14:54
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El cuerpo, que debiera ser un espacio íntimo y libre, sigue siendo un punto en el que ellas se enfrentan a conceptos intensamente estandarizados.

Las mujeres viven tiempos contradictorios en las horas actuales. Por una parte, cada vez alcanzan mayores espacios de desarrollo en los más amplios campos laborales y sociales, pero –por otra- siguen encontrándose con enclaves ancestrales que les impiden un avance más continuo.
 
A las diferencias notorias entre los sueldos de un hombre frente a una mujer en perfiles profesionales similares, por ejemplo, deben sumarse aspectos como los estereotipos de cómo deben comportarse y vestirse.
 
Incluso el cuerpo, que debiera ser el espacio más íntimo y libre en una sociedad que predica las opciones personales e individuales como gran eslogan, sigue siendo un espacio en el que las estandarizaciones tienen una voz mandante.
 
Aquí sólo algunos ejemplos de mitos sobre el cuerpo de la mujer que –definitivamente- ya no debieran seguir repitiéndose…
 
 
1. La mujer no debe tener pelos en el cuerpo; sólo en las cuidadas cejas y en su melena…
 
Aunque hay culturas que no consideran el vello femenino como algo anti-belleza, el mundo occidental ha construido una imagen en torno a cómo debe lucir la mujer en la que el vello está completamente destinado a desaparecer.
 
Sin embargo, existen grupos de mujeres –y no necesariamente feministas- que proponen liberar la opción de lucir o no vellos. Algo, por lo demás, absolutamente natural y que forma parte del cuerpo. No es algo extraño.
 
Un estudio reciente, elaborado por las universidades de Lovaina y de Barcelona, comprobó que el vello corporal surge de manera distinta según las razas y etnias. Por ejemplo, es muy abundante en personas de raza blanca (caucásicas) y es nulo en personas de etnia indígena americana, asiática y mongoloides.
 
Asimismo, el mismo estudio agrupó a personas de una amplia diversidad de nacionalidades y comprobó que los que más vello corporal tienen son las personas de la Costa Mediterránea y de Escandinavia, mientras que quienes menos tienes son las etnias mongoles, chinos e hindúes. 
 
Pero el mismo estudio fue realizado tanto en hombres como en mujeres, y este dio como resultado que el mismo gen que vuelve más velludo al hombre europeo-americano vuelve menos velluda a la misma mujer, ya que las europeas tienden a no tener la mínima de testosterona. 
 
 
La presencia de pelos en los seres humanos corresponde a un resultado de su evolución, no es sólo un simple residuo ancestral de los primates.
 
Los pelos de las axilas, por ejemplo, intervienen en la regulación de la transpiración. En las piernas y los brazos, los pelos se yerguen (piel de gallina) cuando se siente frío para disminuir la circulación del aire. También protegen la piel contra la deshidratación.
 
Además, permiten anticipar un golpe en una fracción de segundo, ya que tienen terminaciones nerviosas. Aumentan también las sensaciones producidas por las caricias.
 
Aunque se viva en una sociedad que estigmatiza el vello corporal en mujeres, es algo perfectamente normal. La libertad personal debiera permitir que cada una de ellas hiciera con el tema lo que le resulte más cómodo y no le que le dicten los códigos estandarizados de belleza.
 
 
2. La mujer debe aceptar lo que la gente opine sobre su cuerpo.
 
No hay peor dinámica que aquella en la cual los grupos mayoritarios definen y delimitan el cuerpo de las mujeres de mil maneras distintas. Los medios forman parte de una cadena de estratificaciones que sólo son generalidades. 
 
Para qué decir si en las propias relaciones sentimentales sean los hombres quienes señalen que tienen un derecho sobre los cuerpos de sus parejas o hijas. 
 
Los cierto es que la propia evolución del sentido de libertad hoy alberga el concepto de que nadie tiene derecho a decir nada sobre el cuerpo de la mujer que implique una obligación por parte de ellas. Se podrá decir mucho sobre las modas y las generalizaciones de la belleza, pero es cada mujer quien decide sobre qué hacer ante eso.
 
 
3. El principal peligro de la mujer es el cáncer de mamas
 
En este punto bien vale le viejo refrán de que “los árboles no dejan ver el bosque”. Porque si bien, efectivamente, el cáncer de mama es un riesgo clave en la salud de la mujer, en el que la salud pública invierte mucho y se hacen varias campañas de concientización en torno al tema, no es el único problema al ellas deber ponerle atención.
 
En medio de tanta información sobre el cáncer de mamas, bien puede dejarse de lado el cuidado que deben ellas deben desarrollar con enfermedades como las cardiovasculares (la principal causa de muerte de Estados Unidos) o el cáncer de piel (que ha aumentado entre mujeres jóvenes). El punto no es trabajar con el miedo, sino de recordar que la educación ayuda a las mujeres a tomar las riendas de su salud.
 
En América Latina las mujeres deben poner especial atención también a otras tres problemáticas sanitarias clave: hipertensión, obesidad y diabetes.