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XC90, la SUV más grande Volvo

Por El Espectador | 3 Diciembre, 2018 - 13:00
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Su variante amigable con el medio ambiente sorprende en la motorización y supera todas las expectativas.

Es curioso encender un auto y no escuchar el ronroneo del motor, listo para trabajar. Lo es más si el carro tiene siete puestos y unas dimensiones de casi cinco metros de largo por dos de ancho y un peso vacío de 1.963 kilos. Sorprende todavía más cuando al tocar el acelerador la camioneta entrega toda su potencia sin restricciones.

Es una situación que, por lo menos en Colombia, todavía parece imposible. Sin embargo, esa es una de las primeras impresiones que quedan al tomar el volante de la Volvo XC90 T8 Inscription, en su versión híbrida, un verdadero buque insignia de la casa sueca y todo un referente en diseño, desempeño y seguridad.

Antes de llegar a la experiencia de manejo, claro, hay que asimilar varias capas más de sensaciones y emociones que genera el SUV más grande del fabricante de lujo, arrancando con la generada por el exterior. A primera vista, y como se dijo al principio, se trata de un auto amplio de la parrilla hasta el baúl. Sus formas, apuntando a una silueta cuadrada y angular, le dan un look robusto, sin llegar a rayar en la intimidación.

Muchos de sus elementos, como los faros frontales LED con forma de martillo de Thor, como dicen los suecos; la parrilla de líneas verticales con la icónica banda cruzada en diagonal; los rines diamon cut de aluminio, de 20” en este caso; las líneas sutiles en el capó y los laterales, así como el doble exosto, hacen parte del nuevo lenguaje de diseño de Volvo, presente en otro conocido: la XC60.

Ese ADN también se hace sentir al abrir las puertas del auto. El interior, que solo puede ser descrito como lujoso, es una completa experiencia para la vista y el tacto, por la presencia dominante de cuero: en las sillas, el apoyabrazos, el panel central e incluso en las puertas. Para contrastarlo todo, Volvo incluyó apliques y remates en cromo y madera. Otros detalles que enamoran, son la palanca de cambios de cristal, el espejo retrovisor central, sin marco y con brújula, y la presencia de banderas suecas escondidas en el interior.

Esa normalidad, típica de un auto de lujo, es rota por un entorno tecnológico concentrado en el corazón del panel de instrumentos, donde el sinfín de botones acostumbrados en versiones anteriores de la XC90, y que podían ser importantes distractores en el camino, fueron reemplazados por una pantalla vertical táctil de 9”, y otra horizontal de 12” detrás del volante con tres modos de visualización.

Juntas conforman la interfaz del sistema de infoentretenimiento Sensus, propio de Volvo, que entre otras cosas permite controlar dos de las cuatro zonas de climatización (la del piloto y el copiloto), el sistema de navegación y la conectividad con teléfonos móviles, que se puede dar a través de Bluetooth o con los sistemas Apple Carplay y Android Auto. Estas, además, le permiten al vehículo comunicar información importante, como alertas de presión de las llantas o de presencia de un objeto muy cerca al espacio del vehículo.

Dicho todo esto, hay que aceptar que lo que más sorprende del auto es su motor de combustión. Se trata de un propulsor a gasolina de cuatro cilindros en línea, 2.0 litros y tracción delantera; una medida pequeña, teniendo en cuenta la máquina que tiene que mover. No obstante, las apariencias engañan, pues la máquina viene equipada con turbocargador y supercargador, que le permiten ejercer una potencia de 320 HP y un torque de 400 N-m.

Lo anterior sin dejar de lado el propulsor eléctrico, resguardado bajo el apoyabrazos central. Son 400 voltios de tracción trasera potenciados por una batería de litio, con lo que alcanza una potencia de 87 HP y un torque de 240 N-m. De esta forma, la XC90 T8 alcanza una capacidad combinada de 407 HP y 640 N-m de torque, con lo que es capaz de pasar de 0 a 100 km/h en tan solo 5,3 segundos.

Entre las ventajas de este sistema de propulsión podemos contar varios modos de manejo: Eco, Off Road, Hybrid y Power, con opciones para elegir entre conducción 100 % eléctrica o a gasolina. Además, posee un consumo bastante eficiente, teniendo en cuenta que tres cuartos de tanque en modo híbrido, con poca carga eléctrica, fueron suficientes para ir y regresar con cuatro ocupantes desde Bogotá hasta Tocaima, en un recorrido de 224 km.

Del recorrido de prueba también vale la pena destacar la suspensión tipo McPherson al frente y de paralelogramo deformable, ambas con barra estabilizadora, y el control eléctrico de estabilidad, que le dan un confort de diez al auto a pesar de sus dimensiones, de la pendiente y de las curvas. También sobresale el sistema de recuperación del motor híbrido, que mantuvo la carga estable todo el camino.

Por último, y aunque es bien sabido por todos, Volvo mantiene sus altos estándares de seguridad. Dentro de los sistemas que hacen la diferencia se pueden mencionar el reconocimiento de señales de tránsito, la advertencia de cambio de carril, la alerta de tráfico cruzado, la cámara 360° —de serie en la versión 2018, que proporciona una vista cenital de los alrededores del vehículo, muy útil a la hora de parquear o transitar por lugares reducidos—, el sistema de mitigación de colisión y el control de crucero adaptativo.

Además, como dato curioso, cuenta con freno eléctrico, que se activa automáticamente si el auto llega a 0 km/h y que bloquea el auto si el conductor no tiene puesto el cinturón de seguridad.

Se trata, en resumen, de un auto que no solo transmite confianza, sino que está diseñado para cuidar a sus tripulantes y a todos los actores de la vía. Esto sumado a su grandeza en comodidad, diseño y desempeño hacen que valga cada centavo de los $280’000.000 que vale. Después de todo, no es de extrañar que haya ganado más de cien premios al carro del año o al auto más seguro.