Qué cosa curiosa es el deseo en la cultura occidental. Es ejercido con mayor libertad por los hombres que por las mujeres y por eso, cuando se piensa en erotismo, lo que aparece en nuestra imaginación son mujeres como pin ups, como conejitas de Playboy o como majas desnudas. Del homoerotismo, ni hablar, es otro de los grandes tabúes. También lo es así el desnudo masculino.

En la era clásica grecolatina, el cuerpo masculino era el ideal máximo de belleza. Pero después el velo del pudor, de la censura, cubrió los cuerpos con todo tipo de trapos y vestimentas para impedir los pensamientos impuros. 

Poco a poco, el desnudo masculino pleno se fue liberando en la historia del arte. A recorrer esta historia de liberación está dedicada El hombre al desnudo: dimensiones de la masculinidad desde 1800 en el Museo Nacional de Arte, muestra compuesta por 172 piezas provenientes de colecciones mexicanas e internacionale, que reflexiona sobre el tema del desnudo masculino a lo largo de más de dos siglos: el hombre desnudo como objeto de deseo, como héroe, como perfección estética. 

Desde hace unos años el estudio del desnudo del hombre en las artes ha cobrado fuerza; como resultado se ha gestado un importante número de exposiciones en ciudades como Viena, Budapest, París y ahora la Ciudad de México. 

El curador de la muestra y director del Museo Nacional de Arte, destacó la importancia de esta exposición como “un parteaguas que permite reubicar al cuerpo del hombre en el contexto de la reflexión estética y existencial. Esperamos sirva para abrir nuevas miradas y temas de análisis que profundicen en el estudio del ser humano y su representación en las artes”.

Es por esto, que este proyecto pone de relieve el valor positivo y sin tapujos del desnudo masculino, argumento que abre la pauta para futuras relecturas y más interpretaciones que enriquecerán un tema por demás vasto, que exige justicia dada su importancia en el devenir de las artes.

Pinturas, esculturas, fotografías y artes gráficas realizadas en diversos materiales y técnicas, dialogan a lo largo de la exposición. Por primera vez la plástica mexicana, encabezada por Manuel Vilar, Felipe Sojo, Manuel Ignacio Vázquez, Santiago Rebull y José María Velasco, comparten el espacio expositivo con Théodore Gericault, Gustave Moreau, Camille Félix Bellanger, William Adolphe Bouguereau, Jean Jacques Henner, Léon Bonnat, Auguste Rodin, entre muchos otros.

Artistas mexicanos como Saturnino Herrán (1887-1918) o Ignacio Asúnsolo (1890-1965) participan, lo que demuestra la inspiración clásica en el arte mexicano del siglo XIX. Lo que resulta sorprendente es lo actuales que resultan varias de las obras a pesar de que tengan un siglo de antigüedad. ¿Es por el tabú? Sí, sin duda, no estamos acostumbrados a pensar en el desnudo viril. 

Pero no toda la exposición es erótica. Hay espacio para el desnudo como exaltación religiosa o heroica. También el quitarse la ropa como gesto de vulnerabilidad. Por ejemplo, una pintura como ¡Calamidad!, de Henri-Camille Danger, en la que un gigante sin ropa recorre una ciudad destruida, es el ejemplo perfecto de una doble dimensión de la masculinidad: es el héroe, el dios, pero también el ser sin protección que recorre el mundo en el día final. Nada más queda después de él. El hombre al desnudo es una de las mejores exposiciones del año. Merece un recorrido lento, concienzudo. Como si se besara el pecho de un amante.