Reseña
"La chispa de la vida", una delirante mirada de Alex de la Iglesia
Con una historia más medida de lo habitual, el director bilbaíno presenta una cruda radiografía de la especie humana, capaz de todo por el dinero, el poder o los quince minutos de fama. Aunque también capaz de tener compasión, amor y, en las situaciones más extremas, dignidad.
Alberto Gómez (José Mota) es un publicista que ha pasado los cuarenta y se encuentra sin trabajo. Son malos tiempos para España, se sabe, la crisis golpea a todos y para Roberto ya son varios años de llevar para aquí y para allá su curriculum vitae, sintiéndose humillado al volver a casa junto a su esposa (Salma Hayek) sin resultados.
Por fin, decide pedir ayuda a un amigo dueño de una exitosa agencia (con el que comenzaron juntos antes de que Roberto se largara como freelance), pero las cosas no terminan bien. Bastante confundido, viaja a Cartagena con la intención de volver a lugares más felices y ocurre un estúpido accidente que lo pone, de golpe y porrazo, en la mira de la atención pública, los medios y las intenciones políticas.
"La chispa de la vida" supone el regreso del mejor Álex de la Iglesia, apoyado en un estupendo libreto del estadounidense Randy Feldman (autor de la mítica "Tango & Cash").
De la Iglesia se cuenta entre los más interesantes directores del cine español: "El día de la bestia", 1995; "800 Balas", 2002; "Crimen ferpecto", 2004 o la que -probablemente- sea su obra maestra, "Muertos de risa", 1999. Todas las citadas son poseedoras de un humor poderosamente negro, coqueteos con la escatología, situaciones delirantes y las mejores líneas de diálogo que ha visto el cine español, sólo comparables con los mejores momentos de Almodovar.
En "La chispa de la vida" engaña en un principio, ya que las coordenadas del filme parecen apuntar mucho más al drama, pero cuando la situación avanza y se desarrolla, y se va poniendo sencillamente delirante, da rienda suelta a un humor negro- mejor dicho, negrísimo- no apto quizá para todos los espectadores.
Roberto se ve en el ojo de una tormenta mediática, donde su accidente puede significar el trabajo de muchos, pero además existe la posibilidad de que muera en vivo y en directo. El morbo es la condición humana más innegable por mucho que nos avergüence y allí están todas las televisoras prontas a pagar fortunas por la exclusiva. Feldman y
De la Iglesia parecen combinar dos grandes hitos del cine universal como son "Ace in the hole2 (Billy Wilder, 1951) y "La muerte en directo" (Bertrand Tavernier, 1980), pasarlos por el tamiz de su humor negro y generar una sátira salvaje a los medios, mostrando una situación increiblemente verosímil de histeria colectiva.
Ayuda, y mucho, el elenco. El protagónico de Mota es impecable, pero además hay buenísimos secundarios en Blanca Portillo, como la esmerada directora del museo donde ocurre el accidente, Juan Luis Galiardo, como el escurridizo alcalde de Cartagena y muy especialmente, Fernando Tejero, como Johnny, un horripilante avechucho publicista.
De la Iglesia vuelve a demostrar porqué es uno de los mejores directores del momento. Con una historia más medida de lo habitual, presenta una cruda radiografía de la especie humana, capaces de todo por el dinero, el poder o los quince minutos de fama. Aunque también capaces de tener compasión, amor y, en las situaciones más extremas, dignidad.