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Así se prepara una parrilla de festival musical
Los creadores tras el Montevideo Tropical cuentan los desafíos de preparar un evento de este tipo.
El año pasado, la Intendencia de Montevideo desempolvó dos dos acontecimientos –el Montevideo Tropical y el Montevideo Rock– bajo el manto de los Festivales por la convivencia. La primera experiencia fue exitosa, con un Montevideo Tropical convocando a 8.000 personas, y el Montevideo Rock agotando localidades en ambas jornadas para un total de 36.000 espectadores.
El listón quedó arriba, por lo que este año la apuesta del gobierno departamental expandió los festivales hacia el tango, que tuvo su celebración el 27 de octubre en la Ciudad Vieja, renovó la grilla tropical, y apuntó a los artistas extranjeros y a la incorporación de un tercer escenario con foco en el hip hop para el festival rockero.
El prosecretario de la Intendencia de Montevideo, Christian Di Candia comentó a El Observador que al momento de plantear esta segunda entrega se pensó lo siguiente: “Era necesario que estuviera el tango, para reflejar una de las líneas de trabajo de este período de gobierno, y dentro de los festivales tratar de generar mayor heterogeneidad, mayor diversidad, y un mix que tenga potencia, que ilustre las emergencias culturales, y que tenga una pata internacional. Como festival, son grillas más completas que el año pasado. No necesariamente mejores, pero sí más completas”.
En el caso de Montevideo Tango la intención era –además de reflejar a los distintos colectivos y artistas que se desempeñan dentro del género– incorporar a la ciudad también dentro del circuito turístico tanguero del Río de la Plata que, fundamentalmente, se concentra en Buenos Aires.
Para los festivales que ya se habían realizado, el desafío de este año era evitar que se repitieran nombres en Montevideo Rock, y renovar la apuesta en el caso de Montevideo Tropical, para así reafirmar el salto dado en 2017.
El salto tropical
La dupla de Fabián “Fata” Delgado y Carlos “Bocha” Pintos será otra vez la encargada de la curaduría del festival tropical. Pintos considera que la del año pasado fue una edición exitosa, y que si este año se empata al menos la calidad de lo logrado, ya será una misión cumplida.
“El año pasado era todo nuevo y, si bien con el Fata ya tenemos experiencia en el género, esto era una apuesta. Porque hay algo real: es la primera vez que se nos da bola a nosotros”, sentenció Pintos.
El fundador de Bola 8 explicó que, a lo largo de los años, la música tropical fue dejada de lado e ignorada. Es autocrítico de los géneros que componen a la escena, y reconoce que algunas bandas no le dedican tanto tiempo a cuidar sus arreglos y sonidos como otras. Pero sabe que este festival es también una oportunidad de que estos grupos y solistas se muestren en un escenario grande, con una infraestructura novedosa para el rubro, y que les exige prepararse de otra forma que para sus presentaciones habituales.
El desafío es mayor, pero las bandas tienen la gimnasia necesaria para que se puedan hacer veinte shows en unas pocas horas. “Nosotros tenemos otra dinámica, la de los cinco toques en una noche, entonces ya tenemos todo armado, entra uno, sale otro. Y los músicos se prestan instrumentos para que todo sea más rápido y ande mejor. El año pasado era raro, pero tenías a todos los músicos en fila india atrás del escenario esperando su momento”, detalló Pintos. Pese a que los rockeros tienen el hábito de tocar con un sonido profesional y en escenarios grandes, para un amplio porcentaje del ámbito tropical, y para los tangueros, esto es una novedad. “El 70% no tienen esa costumbre, entonces al estar ahí les viene un chucho. Nosotros les decimos que aprovechen la oportunidad y la cuiden, porque así se sigue repitiendo”, explicó el curador.
Esta vez los músicos ya están preparados. “Sabemos dónde vamos a jugar, los artistas saben dónde van a tocar, el compromiso de los músicos es bárbaro, saben que tienen que llevar lo mejor que tengan, porque es una nueva oportunidad. Es un gran baile, porque lo nuestro es para eso. Pero también es un día para mostrar la variedad que hay”, contó.
En ese sentido, planteó como ejemplos a La Zubikaray y Mestizo, dos bandas que –según dice– pese a no estar en las discotecas, no ir a cumpleaños de 15 o casamientos, igual están dentro del género; ambos grupos están más cerca a la cumbia colombiana tradicional. “Lo comercial es lo que la gente quiere ver, y la mayoría de los que están en el festival son los que suenan en los bailes o ves en televisión, pero esas dos bandas también son parte de la familia, con otra instrumentación y otro estilo”, explicó Pintos.
Con la intención de que todos los componentes de la escena tropical estén presentes en la grilla del festival, la edición 2018 del evento incorpora también dos tendencias dentro de ese movimiento. Por un lado, la desaparición de la cumbia pop y el resurgimiento de la plena como género en el que se meten los nuevos artistas. Según Pintos: “Como son jóvenes a veces se nota la diferencia musical con los tradicionales, pero la idea es que se vea eso y que vayan intercalados. Que estén los veteranos y que estén los de moda, porque no hay que taparse los ojos, te guste o no”.
El otro elemento es la creciente presencia de artistas femeninas dentro de la música tropical. Si bien por el retiro de su permiso de trabajo no estará en el festival la cantante Luana, si estarán Majo Álvarez –con su grupo Majo y la del 13–, Vanessa Britos, el grupo Dos Mujeres y Marihel Barboza, además de agrupaciones que cuentan con mujeres en su alineación, como Sonido Cristal.
Sin convivencia
La buena relación entre los artistas de diversos géneros fue destacada por Pintos, pero mientras que los Festivales por la Convivencia albergan a distintos estilos musicales, hasta ahora no conviven entre sí.
Di Candia consideró que no sería “descabellado” pensar en una unión de géneros para el futuro, pero por ahora no está en los planes de la organización. “Lo llegamos a pensar para este año, llegamos a la conclusión de que en 2017 se hizo una apuesta muy grande en recuperar algunas de esas marcas y, para nosotros, era importante que si le acabamos de dar ese lugar a la música tropical y recuperamos el Montevideo Rock, no lo íbamos a modificar al año siguiente. Era contradictorio. Quizás haya que pensar eso de que un año existan como marcas consolidadas separadas y otro como un solo festival”.
De cara al futuro queda la posibilidad de separar los festivales en el tiempo (por ejemplo, que se hagan cada dos años), aunque de momento se hace un trabajo de año por año; además se entiende que durante 2019 la campaña electoral puede dictar que haya otro intendente en el Palacio Municipal y que en 2020 habrá un cambio de mando.
Sin embargo, la intención es que los festivales queden para quien sea que venga luego. “Necesitábamos una marca ciudad, una marca cultural fuerte que nos permitiera trabajar otros temas, y que subsista más allá de esta administración, que sean algo permanente. El desarrollo de la producción privada es fuerte e importante. Pero hasta por eso mismo, y por la industria creativa, es necesario que lo público esté y esté fuerte. Porque permite el acceso de los que no pueden acceder al privado. También es un lugar para la emergencia cultural, a la que a veces el privado no le da tanto lugar”, concluyó Di Candia.