Reseña
"Los diarios de Emilio Renzi", recuerdos juveniles de Ricardo Piglia
Se trata del primer tomo de una trilogía que abarca la vida del reconocido escritor argentino, a través de sus apuntes personales.
Hoy Ricardo Piglia tiene 74 años y sufre de esclerosis lateral amiotrófica (ELA), la misma enfermedad que aqueja al físico inglés Stephen Hawking. La patología, horrenda, tiene una particularidad que puede verse como una ironía o como una forma retorcida de piedad: atrofia el cuerpo, lo destroza, pero deja intacta la mente.
El argentino (como el inglés) no se ha dejado vencer por la adversidad y continúa trabajando en la gran pasión de su vida: la literatura. Con la ayuda de amigos pasa en limpio su interminable diario personal, que inició siendo un adolescente y que llega hasta el presente.
Fruto de ese trabajo surge "Los diarios de Emilio Renzi", primer tomo de una trilogía que abarcará una vida entera escrita en cuadernos.
El libro, que va de 1957 a 1967, de la adolescencia a la plena juventud, reúne mil anécdotas felices, pero también las dudas, penas y dolores de un estudiante que quiere llegar a ser escritor. El recorrido es profundo no sólo por la peripecia vital del escritor, sino que también por los recovecos de una mente inquieta y poderosa.
Piglia lo anota todo. La mirada de una muchacha, el gesto de un profesor, las charlas con su madre, el argumento de un futuro cuento, el primer encuentro con Jorge Luis Borges.
Pero no se limita a contar lo que paso un miércoles cualquiera de 1961, analiza las consecuencias o traza planes que diez páginas más adelante lleva a cabo con gran éxito o estrepitoso fracaso.
A veces, por qué no decirlo, llega a agobiar al lector con la transcripción detallada de los más diversos acontecimientos, algunos más que triviales. Pero a la página siguiente se despacha con un profundo análisis de la obra de William Faulkner o Ernest Hemingway donde muestra todo su potencial intelectual.
El texto avanza mes a mes, año a año, y es notable ver la evolución de Piglia en todo sentido y de la vida misma, que vista a través de los ojos de un adolescente soñador se ve color de rosa, pero que poco a poco se va transformando en la realidad compleja de la adultez.
Si en algún pasaje el libro puede parecer demasiado intelectual, esa impresión se borra justamente cuando empiezan a pesar relaciones afectivas, donde el escritor es como cualquier mortal.
Destaca la absoluta honestidad del autor, que no se corta al señalar sus propias mezquindades o defectos. Como gran corriente subterránea fluye la vocación de escritor y la búsqueda del camino para llegar a serlo.
Hay pasajes reveladores, como cuando desmenuza libros célebres para acumular experiencia sobre lo que hay que hacer y lo que no en literatura. Esas páginas son un deleite.
El diario de un escritor suele salir a la luz después de su muerte, corregido con extraños intereses. Ricardo Piglia, en un acto final de gratitud a sus lectores, ha decidido mostrar lo que por más de medio siglo escribió solo para él. Vale la pena corresponder el gesto y leerlo.