Reseña

Cinco continentes unidos por cien destinos decorativos

Por Inmaculada Tapia |  25 Agosto, 2014 - 12:48
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Historias de vidas que los muebles cuentan, países que no tienen nada en común unidos por la decoración, así se descubre cómo decorar en Moscú, Acapulco o Argentina.

Viajar sin ningún destino concreto como objetivo, tan solo para descubrir cómo pintan una pared en San Petesburgo (Rusia), el color de un sofá en Zurich (Suiza) o las dimensiones de una estantería en La Habana, puede tratarse de un viaje inolvidable con el libro “100 interiores alrededor del mundo” (Taschen), un recorrido de la A a la Z en dos volúmenes.

Desde Miami a Nueva York, pasando por París, Praia do Forte o Sao Paulo (Brasil), Shanghai, Tokio, Madrid, Essaouira (Marruecos) o México nos descubren una diversidad creciente y generosa de maneras de ver la vida y el mundo a través de la decoración.

Panorámicas que difuminan el horizonte tan dispares y tan distintas como las que se contemplan desde los apartamentos urbanos de Singapur, comparadas con las que se mezclan en el escenario de un archipiélago en las cercanías de Estocolmo, donde bosques de pinos y agua rodean una casa de vacaciones.

La influencia de la topografía

En algunas de las imágenes, es evidente que la topografía influye en el interior de la vivienda, como sucede en la casa de Sylvia Avontuur, en Amsterdam (Holanda), donde su dueña asegura que “todo gira en torno al canal del Mar de Norte”.

Con la intención de insuflar vida a quien está a punto de derrumbarse, edificios del siglo XIX en Estambul (Turquía) , París o Barcelona (España) se han restaurado para acoger a nuevos moradores. Precisamente, la ciudad de la luz es la que sale ganando con esta selección en la que 10 viviendas reflejan el modo diferente de decorar un hogar a orillas del Sena.

De Acapulco a La Barra

El libro se abre con la casa Marbrisa, situada sobre la bahía de Acapulco (México), del arquitecto John Lautner, con un nivel superior que vuela sobre una abrupta pendiente. Con la idea de crear un espacio abierto e ilimitado, rodeando la parte superior con una fosa, para crear la sensación de que el agua fluía hacia la bahía que hay debajo.

En Uruguay, en La Barra, la vivienda diseñada por el arquitecto Martín Gómez se lanza al mar, del que la separan escasísimos metros, tan poco, que parece que las olas terminarán por colarse en el porche. “Un cubo sin ventanas”, como describe Gómez, en los que sus 600 metros de espacio quedan abiertos.

Al otro extremo del mundo, en Lamu (Kenya), una ciudad portuaria, la sobriedad y la sencillez de los muebles contrasta con el colorido de los textiles. Algo en lo que tienen mucho que ver sus propietarios, una pareja que trabaja en Fabric Frontline, una firma suiza que fabrica lujosos tejido de seda. La cocina, sin embargo, combina la esencia de la antigua casa en sus alacenas con elementos modernos como la encimera o el suelo de cemento.

En el mismo continente, al norte, en Marrakech (Marruecos), la intensidad del color de las paredes en azul de un palacio en el cogollo de la medina, donde se disfruta de paz y armonía, y los mosaicos que cubren el dormitorio dan prueba de que no nos hemos equivocado de destino.

Uno de los dormitorios de invitados tiene una chimenea rematada por un bulbo sobre el que se eleva una media luna turca de metal dorado. Mientras que bajo los arcos del patio una silla de la década de los años 50 del siglo XX decorada con inscripciones árabes demuestra la delicadeza del diseño.

Miami en tres imágenes

La esencia de Miami se desvela en tres viviendas muy diferentes en las que queda muy presente el espíritu de la ciudad estadounidense.

Una de ellas responde al estereotipo de color, lo 'kitch', donde el arte está muy presente en la decoración, y las paredes onduladas parecen un elemento común. Se trata de una de las dos únicas casas privadas que dan al mar en la Biscayne Bay.

La casa de la estrella de televisión Jackie Gleason, parece desde fuera un buque de vapor, un palacio art decó de Miami en rosa pastel, verde pálido, blanco y plata, en el que conviven con textiles de leopardo y algún que otro exceso decorativo.

Por último, la luz cegadora de este paraíso se cuela a raudales por el blanco inmaculado de paredes, alfombras y muebles de una vivienda que mantiene vivos los principios del feng-shui, para lograr el equilibrio perfecto entre las corrientes de energía, que ha impuesto su propietario el diseñador Tui Pranich.

Lo que en el libro se advierte es una evolución del espacio y la evolución del concepto de vivienda, que, según se explica en su prólogo, “desde hace más de 100 años, se articula en el mundo urbanizado”.

* Reportaje EFE