Reseña

"Durazno", la propuesta boliviana a un cine de manifiesto

Por La Razón |  28 Julio, 2014 - 11:37
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La suerte de abandono que sufre el personaje del filme ofrece a la directora la posibilidad de entregar al espectador una barroca narración de la búsqueda, con lenguajes, objetos y técnicas que centran mirarse a sí mismo a través de otra persona.

En el marco del Bolivia Lab se estrenó "Durazno", de Yashira Jordán, ópera prima cuyo rasgo más relevante refiere la forma de financiamiento, basado en el crowdfunding, aporte solidario de personas anónimas vía canales on line.

Con esta película, el cine boliviano se inaugura en el uso de esta estrategia de generación de recursos económicos. La cinta inicia con un gesto ambiguo, al enunciar los principios de un manifiesto de cine orgánico, que genera cierto desconcierto, ya que sugiere la comprensión del cine como algo orgánico en tanto ambientalista.

"Durazno" se enfrasca desde la primera secuencia en la imposibilidad del misterio y la solaz contemplación de la búsqueda, la cual, guiada por el protagonista Ezequiel y su amigo Nahuel, por momentos reportero abocado a dotar de información imprescindible, nos permite asistir a un diálogo con el pasado para comprender el futuro.

La suerte de abandono que sufrió el personaje en su vida ofrece a la joven directora la posibilidad de entregar al espectador a este abandono, en la barroca narración de la búsqueda, pues los lenguajes, objetos y técnicas se mezclan en este evanescente documental o declaración de amor: como lo confiesa Ezequiel, en esta búsqueda de sí mismo se encontró en otra persona, en la misma realizadora.

La organicidad que plantea el manifiesto —que se puede presuponer que sostiene que una postura orgánica implica la contemplación— se disuelve a medida de que Ezequiel viaja y busca, llegando a la nada como lugar y condición; también mientras Nahuel cavila en off sobre la condición trágica de la vida; y también cuando la directora, cuya distancia no puede soslayar, ingresa en la película, ya no como una sorpresa o exploración sobre la frontera del lenguaje, sino como un elemento que permita el despliegue del relato al cual asistimos.

Pero pensar o intentar pensar un cine orgánico debiera encontrar algún tipo de correlato formal en lo visible, es decir, en la representación de estos enunciados éticos.


El viaje como metáfora de la movilidad y de la transformación de los individuos ya ha sido varias veces abordado en el cine boliviano. "Vuelve Sebastiana" (1953), "Mi socio" (1982), "Cuestión de fe" (1995), "La nación clandestina" (1989), "El olor de tu ausencia" (2013) y otras permiten comprender este fenómeno como condición en la constitución de los sujetos.

"Durazno" opta también por el viaje, en el sentido de establecimiento de partida y destino, con posibilidad de retorno. Es, desde el primer momento, transparente, pues la conclusión se ofrece a lo largo del recorrido.