Reseña
Ícaro, el filme que destapa la verdad del dopaje en el deporte
¿Qué tan fácil fue para Lance Armstrong engañar al sistema? Esa es la pregunta que se hace en esta galardonada obra cinematográfica Bryan Fogel.
Lance Armstrong pasa la meta, eleva los brazos, deja su bicicleta avanzar sola y sonríe. Recibe la copa. Un beso aquí y otro allá. Esta imagen una y otra y otra vez. Durante años. Era más que un héroe, porque el único poder que tenía era su persistencia inagotable y la fuerza de sus piernas. En decenas de entrevistas negó haberse dopado, y respondía indignado, con un “cómo se les ocurre pensar eso de mí” en la mirada. Su caída, sin embargo, ocurrió eventualmente y fue suspendido de por vida del deporte. El mundo quedó perplejo, no solo ante su estrategia fraudulenta, sino debido a los vacíos de un sistema que le permitió hacer trampa sin ser descubierto.
¿Qué tan fácil fue para Armstrong engañar al sistema durante todos esos años? Esa es la pregunta que se hace Bryan Fogel, documentalista y ciclista aficionado que asume estupefacto la exigencia del deporte cada vez que compite. Con ese cuestionamiento en la cabeza y acompañado de un espíritu evidentemente competitivo, decide doparse para participar en su próxima carrera. Documentará todo el proceso y demostrará que el control antidopaje es un procedimiento lleno de fallas. “Si yo lo logro, eso querrá decir que, básicamente, cualquier atleta podría lograrlo y salirse con la suya”, asegura en esos meses en los que se inyecta y va midiendo su evolución. Ahí arrancaba todo: Fogel pretendía desafiar al sistema. Simple, ¿cierto? Bueno, resulta que las cosas se complican en el camino y su documental, de manera inesperada, llega mucho más lejos.
Cuando el cineasta buscaba al experto que podría guiarlo en todo el protocolo médico, llega a Grigory Rodchenkov, quien en ese entonces dirigía el laboratorio antidopaje de Moscú. Un hombre excéntrico, divertido y afectuoso que estuvo dispuesto a ayudarlo desde un principio. Sí, lee bien: el genio ruso del antidopaje elaboraría el procedimiento de dopaje de Fogel. Quien supuestamente luchaba por la limpieza del deporte estaba dispuesto a enseñarle a un atleta cómo doparse sin ser descubierto. Con cada nuevo detalle, la historia -cuyo registro la hizo ganadora del premio 'Orwell' en el Festival de Cine de Sundance 2017- es más interesante.
Rodchenkov se lo enseñó todo al cineasta. Qué hormonas debía inyectarse, cada cuánto y cómo. El ciclista aficionado, poco a poco, sentía la metamorfosis de su cuerpo. Era más fuerte, más resistente, más poderoso. Mientras todo esto ocurría, en Rusia el ambiente se empezaba a calentar: la Asociación Mundial Antidopaje sacó a la luz un reporte en el que revelaba el complot de dopaje patrocinado por el Estado ruso para asegurarse de que sus atletas triunfaran en los Olímpicos de Brasil en el 2016. Por supuesto, Rodchenkov era uno de los acusados que más hondo estaba implicado. Él era la mente maestra detrás de la estrategia.
Cuando esto ocurre, el documental se transforma. El foco pasa a ser ese curioso ruso que le explica al cineasta que han empezado a eliminar testigos relacionados con el laboratorio antidopaje. “Bryan –le dice el médico por Skype–, es un desastre, están matando gente”. Bryan, entonces, con el apoyo de Rodchenkov, se concentra en explicar paso a paso cómo estaba articulado el complot, que se implementaba desde los Juegos Olímpicos de China en el 2008 y que tenía la bendición del presidente Vladimir Putin.
Conocer la estrategia es como conocer lo que oculta un truco de magia. Genera entre rabia y asombro. Uno quiere saber más y más, para alimentar la ira en contra de un mundo donde la verdad se ha convertido en un lujo escaso. La historia tiene falencias: escenas por eliminar, razones por dar, explicaciones por aterrizar… Pero es tan reveladora que uno decide ignorar las fallas. Es más importante ser testigo de uno de los escándalos deportivos más grandes de la historia.