Reseña

"La democracia semisoberana: Chile después de Pinochet", el libro que desmenuza las tareas pendientes

Por Tamara Muñoz |  3 Noviembre, 2014 - 14:23
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Investigador reflexiona en torno al debilitamiento del desarrollo político, subrayando que la situación se aleja de la evolución institucional que tuvo Chile en el pasado, "cuando era un ejemplo a seguir", dice.

En momentos en que la reforma a la educación impulsada por la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, se encuentra en plena ebullición política y social, el cientista político local Carlos Huneeus plantea que el “consenso excesivo”, vigente desde 1990 en el país, parece más bien parte del problema y no de la solución. Así lo afirma en el libro "La democracia semisoberana: Chile después de Pinochet".

De Huneeus podría decirse que no es ni un utopista ni un recién llegado al tema: cuenta con un vasto currículum académico y posee experiencia en política, fue también embajador en Alemania durante el gobierno del presidente Patricio Aylwin.

A partir de sus experiencias y estudios efectúa un extenso análisis, fundamentalmente, se centra en el desarrollo político durante los cuatro gobiernos de la Concertación (1990-2010) y en su posterior debilitamiento. Todo ello en un contexto de buenas cifras económicas, con un aumento del PIB cercano al 5% promedio anual entre 1990 y 2009, lo que permitió mejorar las condiciones de vida de los chilenos -según destaca el autor- como nunca en la historia.

La tesis del libro apunta a la democracia "con adjetivo" que ha vivido Chile y que el autor caracteriza como “semisoberana”, porque tiene limitaciones que han restringido el poder de los ciudadanos. Dentro de los ejemplos que utiliza Huneeus destaca la Constitución de 1980, con importantes disposiciones como el sistema binominal, que perduran hasta hoy.

En este marco, el autor examina cómo se estableció la democracia semisoberana e identifica sus componentes institucionales y políticos, que no sólo tienen que ver con el legado del régimen militar, sino que con decisiones estratégicas adoptadas durante el cambio del régimen.

El autor subraya en esta etapa tres elementos claros. Primero, la consolidación democrática a través del desempeño económico, que impulsó la supremacía de las tareas económicas, sobre las exigencias políticas de la democratización. En segundo lugar, una práctica de acuerdos con la oposición y los empresarios, para definir las principales políticas económicas, conocida como "el consenso".

Y, por último, la lógica de los expertos en la toma de decisiones, que dejó de lado las cuestiones políticas de los problemas sociales, lo que incentivó la despolitización del debate público.

De acuerdo a Huneeus, la democracia tal y como la conocemos ha sido la responsable del debilitamiento político, que se manifiesta en el desplome organizativo de los partidos, la debilidad de las asociaciones voluntarias y los grupos de interés de los chilenos, la caída de la participación electoral, la desconfianza a las intituciones y las élites, y la mala imagen de la política y, por consiguiente, de los políticos. Aunque en este último caso, esto también se debe a factores externos.

El debilitamiento del desarrollo político es un resultado que se aleja de la evolución institucional que tuvo el país en el pasado, cuando Chile era un ejemplo a seguir en materia de democracia. De hecho, Giovanni Sartori, uno de los cientistas políticos más importantes del siglo XX, llegó a afirmar que “Chile era el país (latinoamericano) más importante por lo que respecta a la tradición democrática y a la consolidación estructural del sistema de partidos”.

Ciertamente el desplome electoral de la Concertación en las elecciones presidenciales del 2009 mostró la distancia que separaba a ese conglomerado de las aspiraciones de la ciudadanía, que le dio la espalda en la primera vuelta. Las protestas contra el sistema de educación superior en 2011, convocadas por organizaciones estudiantiles, fueron otra expresión en esa línea.

Para Huneuss, el país sólo podrá avanzar hacia una democracia soberana con reformas que eliminen los componentes del actual sistema político que limitan los derechos de los ciudadanos y con el fortalecimiento de instituciones que den cuenta de las emergentes necesidades y aspiraciones de la población.

No es una tarea fácil, por cierto. De hecho, las actuales dificultades con las que se enfrenta el gobierno de Michelle Bachelet para llevar adelante reformas en materia tributaria y educacional, son un reflejo de la complejidad que significa terminar con la democracia semisoberana en Chile.