Reseña

La empática mirada a la sexualidad adolescente de Sex Education

Por Facundo Macchi/ El Observador |  28 Enero, 2019 - 08:29
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Aunque puede sonar como una serie para adolescentes del montón, su propuesta desarma lo que entendemos de este tema y presenta una mirada nueva.

A Otis Thompson le preocupa no tener sexo. Tiene 17 años y no se siente cómodo con su sexualidad. Sabe que le gustan las mujeres, pero no puede acercarse a ellas, no sabe cómo. Tampoco puede masturbarse mirando una porno, es como si su cuerpo estuviese disociado de sus pensamientos. Al principio creía que era normal. ¿A quién nunca le costó el coqueteo? Pero las cosas solo se pusieron peores.  

Aún así, cada vez que un compañero del colegio tiene un problema o una pregunta sobre sexo, recurre a Otis, el gurú virgen.

Al principio Otis –si la cara del actor le suena es porque fue protagonista de El niño del pijama a rayas– solo quería pasar desapercibido. Era el típico adolescente tímido, de esos que se sientan siempre al fondo del salón esperando que nadie note su presencia. Y se sentía bien. Mantenía buenas notas y pasaba las noches de sábado entre videojuegos y maratones de películas de Julia Roberts o Kate Hudson. Pero las cosas cambian el día en que conoce a Maeve, la chica rota de la clase. 

Hasta ahora todo suena como una serie para adolescentes del montón, pero no. Sex Education, que se estrenó en Netflix a principios de enero, propone algo distinto porque toma todo lo que creemos saber sobre el sexo o las relaciones en la juventud y lo desarma para crear algo nuevo, algo de lo que todos en algún momento tuvimos ganas de hablar y, como Otis, no supimos cómo ni con quién.

Estereotipos modernos
Cuando Maeve entra en su vida, Otis se confunde todavía más. En un extraño episodio, y sin querer, ambos terminan dándole consejos sobre sexo a uno de los chicos más problemáticos del colegio y encuentran allí la oportunidad para ganar un poco de plata. Otis sabe mucho del tema porque su madre es una reconocida terapeuta sexual y Maeve es experta en los negocios. Juntos arman un combo emprendedor que se consolida con el boca a boca. Así abren su propia y muy improvisada clínica en la que todos quieren atenderse.

De esta manera, cada capítulo de Sex Education se transforma en una lección sobre sexualidad en la que se aborda un tema diferente a partir de los “casos clínicos” que se van acercando a la dupla. Al principio Otis rehuye a la idea, pero empieza a sentir cosas por Maeve y ve en este proyecto una forma de mantenerse cerca de ella sin necesidad de decirle que quiere pasar tiempo juntos.

En algunos aspectos, el universo de la serie parece sacado de un futuro casi utópico. La mamá de Otis representa todo lo que está bien en la maternidad y la actriz Gillian Anderson compone un personaje hilarante que demuestra que ser una buena madre es dejar que tu hijo explore sin preconceptos, aunque siempre teniéndole un ojo encima. También está Eric, el mejor amigo de Otis que es abiertamente gay. Su relación–no demasiado habitual en la pantalla televisiva– le suma una cuota de frescura bien propia de esta época al asunto. 

Las guionistas de la serie, dos mujeres a las que la industria británica no les había prestado demasiada atención hasta el momento, recurren constantemente a los estereotipos solo con el objetivo de desarmarlos usando todos los elementos que tienen a su alcance. 

Así se ponen sobre la mesa el cyberbullying, el aborto, la diversidad y la búsqueda constante de una voz propia por parte de una juventud saturada de estímulos.

Un antídoto experimental
Sex Education llega en un momento bisagra para la industria del cine y la televisión, muy decididas a acompasar los cambios dentro de las sociedades occidentales. Luego de años en los que la ficción y los productos de entretenimiento para adolescentes idealizaban el sexo y las relaciones afectivas, la serie transmite dos mensajes claros: no existe la experiencia “normal”, ni tampoco la perfecta.

Jamie Campbell, uno de los productores ejecutivos, lo explicó a la revista Variety así: “Concebimos esta serie como un antídoto para los programas que presentan las experiencias sexuales de los adolescentes como una práctica llena de confianza y muy experimental. Esa no es la realidad”.

Las moralejas en las diferentes historias con las que se cruzan los protagonistas no se imponen como mantras morales. Todo lo contrario. Su honestidad se transmite mediante el humor, el ridículo y también con una generosa dosis de drama. Todo acompañado por una estética colorida que mezcla elementos de la década de 1980 y rinde homenaje a varios largometrajes del icónico director John Hughe. Es por eso que –a pesar de ser británica- parece muy estadounidense.

Sin embargo, la principal novedad en el proceso de realización de la serie no tiene que ver con su estética o su técnica. Es la primera vez que Netflix contrata una “coordinadora de intimidad” para grabar las escenas de sexo. El rol de esta figura fue garantizar que, durante todo el proceso, los actores y el equipo técnico se sintieran cómodos durante el rodaje. Al ser una serie cargada con secuencias sumamente explícitas, Netflix quería asegurarse de que todo el tiempo hubiese un consentimiento claro por parte de los involucrados.

“La idea fue convertir el set en un entorno de trabajo seguro y cómodo”, explicó Kate Herron, directora de Sex Education al sitio Mashable. Y agregó: “Nadie debería tener que irse a casa después de filmar una escena de sexo y sentir que lo que hicieron fue algo realmente malo”. 
En resumidas cuentas, cada vez que algún personaje dice frases como: “La homofobia pasó de moda”, “Nadie merece que lo humillen” o “Es mejor no ser madre que ser una mala madre”, Sex Education acompasa (y colabora en) el camino que transitan las nuevas generaciones con sus miradas menos prejuiciosas y más empáticas.   

Más de un adolescente va a estar agradecido de tener estas historias al alcance de un clic.