Reseña
"La tautología darwinista", una escéptica mirada a la ciencia de Fernando Vallejo
Ante la cuestión de que si existió primero el huevo o la gallina, el autor dice que el huevo, invirtiendo para ello más de treinta páginas en demostrarlo. Aunque asegura que la pregunta es “capciosa”, porque el huevo y la gallina no son dos elementos distintos “sino etapas de una misma cosa".
La verborrea deslenguada es su característica más vital. “Me dedico al deporte de desenmascarar impostores: ya lo hice con Darwin”, explica este genial y polémico escritor colombiano. Desde sus estudios académicos de biología, envueltos con sus estudios de gramática, Vallejo centra su corrosiva observación en el medio científico y en lo que el considera falsedades espantosas.
“Dios no se necesita para explicar el complejo fenómeno de la vida, se necesita el tiempo”, asevera.
La generación espontánea, la idea de la creación divina, el genoma humano y sus variaciones, la selección natural, la evolución y sus mitos son algunos de los hitos en los que el autor se detiene, con doce estupendos ensayos. Se trata de una pausa notable que hace entre sus exitosas novelas, aunque -siendo claros- lo cierto es que no se aleja de lo literario.
Por ejemplo, ante la cuestión de qué es lo primero, si el huevo o la gallina, el autor dice que el huevo, invirtiendo para ello más de treinta páginas en demostrarlo. Aunque asegura que la pregunta es “capciosa”, porque el huevo y la gallina no son dos cosas distintas “sino etapas de una misma cosa: la gallina es un huevo desarrollado y el huevo es una gallina por desarrollar”. Literatura pura.
Otros ensayos como “El origen de las especies por medio del aislamiento reproductivo seguido del incesto” o “El despilfarro biológico” no se amilanan y le dan, además del escrito central, un poder incalculable a un libro de 357 páginas que habla de ciencia, pero que -sobre todo- exuda vida.
Es un libro inteligente, a partir del convencimiento de que si la vida es cuando menos impredescible, el mañana es casi un espejismo. Escudriña los lugares comunes, las convenciones y los postulados científicos aceptados como ciertos con un microscopio hecho de lucidez. Así, Vallejo ve donde nadie más ve.