Reseña

"La vida de Adéle", el cine hecho desde la naturalidad

Por El Economista.mx |  17 Julio, 2014 - 12:25
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¿Funcionan los encuentros sexuales para contar una historia de amor?. La respuesta puede ser claramente positiva. El filme trata de una joven descubriendo quién es. ¿Se puede contar esa historia obviando el erotismo?

Para sacar el asunto de en medio: sí, "La vida de Adèle" es una cinta sexualmente cargada. Más allá del triunfo crítico de la película, su Palma de oro en Cannes 2013, se habla mucho de sexo. La escenas en las que Adèle y Emma hacen el amor son explícitas, sin ningún pudor.

¿Y por qué tendrían que ser de otra manera? Dicho también para sacarlo de en medio: que la historia sea sobre una relación lésbica ha causado controversia, no sólo homofóbica, sino de la propia comunidad lésbica (si eso existe; me refiero sobre todo a articulistas y activistas que han escrito sobre la película, especialmente en Estados Unidos) sobre si la naturaleza de los actos sexuales en la cinta retratan de manera legítima las relaciones sexuales entre mujeres.

Julie Maroh, la autora de la novela gráfica en la que está basada, dijo que todo le parecía muy bien excepto que “se nota que no había una lesbiana en el set”.

Sin entrar en ese debate, sólo es posible señalar sobre este punto que no debiera ser la intención de ninguna obra de ficción constituirse en un retrato veraz. Para la película ese es el modo en que ambos personajes, Emma y Adèle, viven su sexualidad. Quien necesite un manual, que vaya a un libro de sexología.

Hablando desde la perspectiva del cine, el punto que puede ser analizado es si los encuentros sexuales funcionan para contar la historia de amor entre Adèle y Emma. La respuesta puede ser claramente positiva: forman parte esencial de la cualidad voyerista de la película. Se trata de cómo una joven descubre quién es. ¿Se puede contar esa historia obviando el erotismo? Las historias de madurez pasan necesariamente por el corazón y la entrepierna.

"La vida de Adèle" trata de contar con naturalidad absoluta el crecimiento de una mujer. Adèle (Adèle Exarchopoulos) tiene 17 años y es estudiante de bachillerato. Quiere ser profesora porque le gustan los niños y le parece una carrera sin muchas exigencias.

A Adèle le gusta leer y aprender por su cuenta. Sale con un muchacho, pero no se siente muy entusiasmada. Y un día, caminando por la calle, tiene un encuentro inquietante: una mujer con el cabello azul que la mira. Pronto vuelven a encontrarse por casualidad en un bar: es Emma (Léa Seydoux), pintora, espíritu libre. Y un intenso viaje de descubrimiento erótico, personalísimo, comienza para Adèle.

La relación durará algunos años hasta que las diferencias entre ambas (intelectuales, aspiracionales, las que sean: cualquier pretexto es bueno para que acabe el amor) las separan, como si la vida fuera un mar y ellas dos cuerpos que se dejan llevar por las olas.

Nada es especialmente dramático. Los sucesos importantes pasan como en la realidad, sin fuegos artificiales, sin una alarma que diga “Tú vida está a punto de cambiar ahora mismo”. Nuestros mejores momentos por lo general lo son en retrospectiva. Así podemos verlos a distancia, en tercera persona.

Con fortuna, el director Abdellatif Kechiche logra invocar esa tercera persona que se asoma a las conversaciones ajenas.