Reseña
¡Madre!, de Aronofsky: un conjunto de clichés que quiso pasar por poesía
Es una cinta inescrutable pero, al mismo tiempo, contada con recursos tan usados que rayan en el estereotipo.
Son experiencias diferentes hacer crítica de arte y de cine. Cuando se escribe de arte, especialmente de arte contemporáneo, la que escribe tiene que devanarse los sesos para traducir lo visto en algo entendible, algo que pueda decirse en palabras.
El cine no es así. Las películas, especialmente las estadounidenses, suelen ser muy directas, literales y por eso reseñarlas me divierte más: se puede jugar con los secretos de la trama y platicar de algo que se ha entendido bien.
Y luego están las películas como ¡Madre! de Darren Aronofsky. Miren, normalmente me gustan sus cintas. Pi: el orden del caos es uno de mis filmes favoritos de los 90, e incluso en la malograda Noah tiene detalles de gran cineasta. ¡Madre! no me gustó nada. Nadita. Cero.
Es una cinta inescrutable pero, al mismo tiempo, contada con recursos tan usados que rayan en el estereotipo. Los personajes no son tales, son eso: estereotipos. Me explico: ¿cómo puede ser una película inescrutable y al mismo tiempo estar llena de detalles manidos? Pues así. El guión es mísero, no sabe ir del punto A al B, pasa por montones de recovecos y uno pensaría que el paseo vale la pena. No. Peligro, Will Robinson, película pretenciosa y estúpida a la vista.
Por eso decía lo del arte y el cine. Tengo que traducir este desastre de Aronofsky. Es la gloria meramente masturbatoria del director. Los protagonistas, Jennifer Lawrence y Javier Bardem, hacen su mejor trabajo con la pobreza de lo que les es dado. Les digo: no tienen personajes, sino meros clichés a los que tienen que darles “vida” actuando en un tono misterioso, oscuro.
¡Madre! es como una obra de teatro mal hecha. Casi todo sucede en un sólo escenario, una casona en la que vive Madre (Lawrence; sí, los personajes no tienen nombre) y Él (Bardem). Por cierto, odio los ridículos signos admirativos del título; no es un asunto de gramática, es porque no tienen justificación en la historia.
Al parecer, él es un exitoso intelectual, un escritor con legiones de fans y con una alta opinión de sí mismo (cliché). Madre es simplemente la esposa trofeo, varios años más joven que Él, un personaje que, a pesar de que es nuestra protagonista, es el papel más pasivo y estúpido de la carrera de Lawrence.
El objetivo en la vida de Madre es hacer feliz a Él. Si respira es gracias al escritor. Si tiene hijos, si piensa algo, si arregla la casa, todo es para la gloria de su marido. Mi piel feminista tiene urticaria. ¿Quién le escogió el rol a Lawrence, una actriz dotada y cuya característica esencial es su trabajo representando a mujeres fuertes?
En fin, la “trama” —las comillas porque me cuesta trabajo llamarla así— continúa. Un día a la casona de Madre llega un hombre (que por supuesto tampoco tiene nombre) interpretado por Ed Harris. Un fan from hell de Él, se instala cómodamente en la casa. Después, sin que venga mucho a cuento, llega Michelle Pfeiffer, la esposa de Harris, y también se queda en casa.
¿Se acuerdan del cuento de Cortázar Casa tomada? Piensen en algo así pero en versión tonta. No sé qué es peor: ver tan buenos actores haciendo el ganso, o descubrir que Aronofsky, un director al que admiro, se ha convertido en un imbécil. Sólo un imbécil podría dirigir algo tan hediondo como ¡Madre!
Evítenla como a su peor enemigo.