Reseña

Puentes amarillos, Pedro Aznar celebra la música de Spinetta

Por Revista Cultura y Tendencias |  4 Abril, 2014 - 12:12
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“Puentes amarillos” es, antes que todo, un concierto de alta sensibilidad, interpretado en forma maestra, con un sonido crudo y potente, que en el estudio supieron transmitir a la hora de mezclar. “Muchacha ojos de papel” es el tema que mejor refleja el espíritu de esta celebración.

Tras la partida Luis Alberto Spinetta, todos quienes conocían y amaban su música se vieron envueltos en un estado de sensibilidad y melancolía que, de alguna forma, llevó a divinizar su legado, producto del profundo sentido espiritual y de vida que entregó en sus canciones. Ahora, claro, la razón es justa: su obra es divina. En Argentina y en el resto de Sudamérica miles de seguidores se sintieron huérfanos del padre de ese rock único que el "Flaco" logró cristalizar en su fecunda carrera.

Fue entonces que el destacado bajista y compañero de ruta de Spinetta, Pedro Aznar, pasado dos meses, convocó a un gran fogón donde el calor fue un repertorio de lujo, repasando las etapas musicales de Spinetta. Más de 50.000 personas corearon en vivo guiados por un músico que viajaba también por su propia historia como fans y gran discípulo del maestro, tocando la guitarra como muchos quisieran sonar, en forma precisa y fiel hasta lo posible cuando se interpreta a otro y sobre todo al "Flaco".

Aznar no ensayó estos temas en dos meses, sería imposible aprenderlos así en tan poco tiempo. Los conocía a la perfección, porque se inició con la guitarra hasta la época en que Charly García lo recluta para Seru Girán y salta a la fama como un gran bajista (y pianista, cantante, arreglador, productor, etc.). Para acompañarse contó con la tremenda colaboración de Héctor “Pomo” Lorenzo en la batería, quien trabajó codo a codo con Spinetta durante gran parte de su carrera en la formación de “Invisible” y también en la etapa solista.

El toque de Aznar no se limita a una eximia ejecución e interpretación rítmica, sino que también envuelve y ambienta cada una de las imágenes, estados y lugares por los que se viaja escuchando “Durazno sangrado”, “Los libros de la buena memoria” o “El anillo del Capitán Beto” (este último Spinetta dejó de tocarlo hacía muchos años y siempre se lo pedían en vivo, una canción exigente rítmica y vocalmente a la que Aznar le bajó algunos tonos para esta ocasión).

Sabiamente completó un trío de complicidad con Andrés Beeuwsaert -quien lleva largo tiempo en formaciones con que Aznar graba y se presenta en vivo- tocando teclados que mágicamente hizo sonar a este trío como un cuarteto, haciendo con una mano los pianos y teclados y con la otra los bajos con una pulcritud redonda.

Si bien Aznar es un maestro en el bajo y fue integrante de una de las formaciones de “Spinetta Jade”, el repertorio elegido fue también de “Almendra”, “Pescado Rabioso” ,“Invisible” y solista , dándose el lujo de guitarrear acústico, eléctrico, con 4, 6 y 12 cuerdas. Ahora, para la sonoridad apreciada por fanáticos, entendidos y exquisitos de la tribu Spinettiana se pudo extrañar en algunos temas la profundidad y toque de grandes bajistas como “Machi” Rufino y Javier Malosetti, quienes impregnaron su sello durante la carrera del "Flaco" entre estos 26 temas.

En todo caso, Aznar salda con creces su lamentable ausencia (por diversos compromisos) en el histórico concierto “Spinetta y las bandas eternas” que el fallecido guitarrista ofreció durante cinco horas en diciembre del año 2009 en el estadio Vélez, ante 40.000 personas con todos los músicos con que alguna vez tocó, además de varios grandes del rock argentino.

“Puentes amarillos” es, ante todo, un concierto de alta sensibilidad, interpretado en forma maestra, con un sonido crudo y potente, que en el estudio supieron transmitir a la hora de mezclar. “Muchacha ojos de papel” es el tema que mejor refleja el espíritu de esta celebración, Aznar sólo tocando guitarra y más de 50.000 personas cantando a coro este indiscutido himno que de seguro el "Flaco" escuchó desde el cielo rock. Una verdadera armonía entre convocantes, asistentes y celebrado. Y un agrado escucharlo.