Reseña

Una novela de asesinos por naturaleza

Por Andrés Ricciardulli/ El Observador |  15 Septiembre, 2017 - 08:45
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Ese mundo desaparecido, del escritor y guionista estadounidense Dennis Lehane, es un libro sobre gánsteres atrapante y violento.

El Observador | En una época signada por el terrorismo internacional, donde las escenas macabras se suceden, no es una tarea sencilla revivir la imagen del gánster que desciende tranquilamente de su imponente Cadillac dispuesto a todo, vestido con sobretodo negro, sombrero haciendo juego y metralleta de cargador redondeado en las manos. Parece un anacronismo de mal gusto.

Quizá por eso Dennis Lehane opta por contar una historia a secas, sin imágenes representativas de la época dorada del hampa, buscando eludir el estereotipo en todo momento. Ambientada en plena segunda guerra mundial, la novela Ese mundo desaparecido es la última parte de la trilogía protagonizada por Joe Coughlin, mafioso de ascendencia irlandesa que supo ser un líder entre las clásicas familias italianas y que ahora, ya retirado como cabeza de la organización, es consejero de Dion Bartolo, jefe de los negocios turbios en Miami.

De entrada hay que decir que Lehane es un muy buen escritor de novelas policiales y thrillers, con éxitos en su haber como Mystic River, llevada al cine por Clint Eastwood (Río místico), o Shutter Island, dirigida luego por Martin Scorsese (La isla siniestra). Si a esto se suma que fue guionista de la mítica serie The Wire y de Boardwalk Empire (ambas de HBO), se entiende el oficio del autor para contar historias donde priman la muerte, la sangre y el sufrimiento.

Pero si por algo destaca, es por su capacidad para dotar a los personajes de espesor. En cada una de sus novelas, hasta el más insignificante de los personajes tiene una historia interesante que contar. Es por ejemplo el caso de Wyatt, al que solo le dedica un capítulo en Ese mundo desaparecido. Allí se narra cómo lo van a buscar al hospital el día del nacimiento de su primer hijo y le hacen un encargo que no puede rechazar. Tres páginas más adelante Wyatt está muerto y un niño recién nacido nunca conocerá a su padre. En este sentido es modélico el uso del concepto del precio a pagar, que se cuela durante toda la novela. En el caso del protagonista, carga con el peso de la muerte de su mujer a manos de un asesino a sueldo y con la crianza de su hijo de 10 años, al que quiere ocultar sus negocios, su oficio, pero le resulta imposible, con el subsiguiente cargo de conciencia.

Pero hay también una despiadada crítica social que abarca todos los estamentos de la sociedad estadounidense de 1940. Lehane denuncia la corrupción policial y del gobierno, la asociación de la mafia con el régimen de Fulgencio Batista en Cuba y también el racismo feroz que asola el país, donde una cosa son los "nativos" y otra muy distinta los italianos, los irlandeses y los negros.

Estos últimos y su suerte son representados por Montooth, que tras ser un excelente socio de negocios de los Bartolo es sentenciado a muerte por haber asesinado a dos hombres blancos. Aunque los jefazos reconocen que actuó en defensa propia, no pueden tolerar, sencillamente, que un negro se salga con la suya. A pesar de todos los esfuerzos de Joe por demostrar la injusticia de la decisión, la orden se deberá cumplir. La prosa de Lehane, muy dinámica, se luce especialmente en los diálogos, donde es capaz de plasmar conversaciones entre varios personajes sin que el lector confunda las voces o los roles. Pero donde sorprende realmente es en el encadenamiento de las secuencias narrativas, perfectas e hilvanadas con mano de cirujano.

La trama de la novela, algo difusa aunque se sepa desde el comienzo que la cabeza de Joe tiene un precio, no es lo más importante en esta última novela de Lehane. Lo que parece importarle más al autor es la recreación de una época ya pretérita pero fascinante: ese mundo desaparecido que se anuncia desde el título del libro.